-Bueno Luisito, comencemos… ¿Estudiaste en este colegio?
-Sí, estudié en este cole desde segundo grado del primario. Siempre tuve mucho afecto por este cole, y cuando volví para trabajar me acordé de todos esos recuerdos que compartimos con mis compañeros.

 

-¿Y qué te hizo querer trabajar acá?

-No, no quise trabajar acá, sino que me buscaron de acá para trabajar. En su

momento, alguien me pidió si quería venir a trabajar en este cole y vine, y como

dije, fue bueno volver.

 

-¿Hace cuántos años trabajás en el colegio?
-En este cole, hace ya veintitrés años y medio que trabajo, ¡hace mucho tiempo!

-¿Y siempre trabajaste como secretario?
-No, fui preceptor durante veinte años.

 

-Seguro que eras muy piola como preceptor.

-¿Cómo? (risas) No sé, mis compañeros lo pueden llegar a decir y los alumnos

también. David es un ejemplo de alumno, y bueno, la Romi de compañera durante

algún tiempo como preceptor.

 

-¿Tenés alguna anécdota durante todo este tiempo que puedas contarnos?
-¿Anécdotas? De todo tipo.

 

-Algo que te haya quedado marcado de por vida.

-¿Que me haya marcado de por vida y que haya hecho un alumno? Bueno, hubo dos anécdotas. En una de ellas fuimos testigos los dos con David, que ya era preceptor. Él salía para avisarme de que en uno de los baños había un petardo, y justo estalló en el momento en que el me viene a avisar, y bueno, voló un inodoro (riéndose). Pudo haber sido trágico, pero gracias a Dios que no, y que no había ningún alumno en el lugar. Creo que esa es una anécdota que va a quedar siempre en mi memoria. Y la otra, fue cuando me robaron el marco de una puerta y lo subieron arriba de uno de los techos. Fue uno de los alumnos del colegio, ¡fue Rafael del Corro, el Rafa! (recuerda riéndose y compartiendo la anécdota con los compañeros que se encontraban en la sala).

 

-Y si tuvieras la oportunidad de elegir otro puesto en el colegio, ¿volverías a ser preceptor o preferís otro?
-La verdad que me encantaría volver a ser preceptor. Sí, sí, era muy piola, estaba buenísimo. El trato con los compañeros, estar con los chicos de nuevo. Ser preceptor fue una de las cosas que más disfruté en el colegio, porque estabas ahí con los chicos, ayudándolos, y escuchando todo lo que decían. Sentía como si volviera a ser alumno, escuchando y viendo todo lo que hacían. Volver a mi juventud, a mi adolescencia. Además, me encanta que los chicos hablen conmigo siempre y me cuenten cosas, es algo que sigo disfrutando día a día en mi trabajo, y nunca me canso. La verdad, me siento muy cómodo con los chicos.